Difícilmente hubiera alcanzado a
tocar el Sol con las manos.
Difícilmente
sus mordiscos despiadados hubieran llegado a desgarrar los rayos que
constituían su quimera eterna.
Difícilmente,
sí. Pero el no lo sabia. Ni lo creía. Ni lo quería entender.
Solo.
Solitario en una habitación, añoraba extender sus manos fuera del radio que le
pertenecía.
Solo
en una habitación que estaba sola dentro de un pabellón, que a su vez estaba
solo dentro de una ciudad tan llena de rejas, que el encajonamiento era una
sensación colectiva.
Solo
y con el corazón destrozado (y embalsamado) por el efecto retrogrado de
innumerables anestesias que, poco a poco y gota a gota, le recortaban aquel
radio que un día perteneció a sus manos, y que supo ser tan grande como
peligroso para aquellos “cuerdos” que, preocupados por sus efectos, comenzaron
a plagiárselo bajo diferentes pretextos.
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Tal era la historia de este hombre (al que
llamaremos N) hasta ese momento en que los sueños empezaron a tejerse
nuevamente entre las pocas neuronas aun en funcionamiento con que contaba su
materia gris.
Misterioso
momento de locura y lucidez, de incertidumbre y hallazgo, de estupidez y
genialidad. Misterioso momento ese, sobre el cual, el tipo N comenzó a planear
el viaje de sus dedos hacia el Sol.
.......Fue necesario, desde el comienzo, que la
buena conducta se dejara vislumbrar encarnada en su cuerpo. Fue necesario que
el patio no fuera ya una meta inalcanzable soñada desde atrás de los barrotes.
Fue
tiempo entonces, de parecer responsable y solidario... y olvidadizo en algunas
ocasiones. El odio tuvo que desaparecer por un buen tiempo de todo pensamiento.
Y
así fue.
Primer
paso dado, pues. Era momento ahora de buscar un árbol, una rama alta, tan alta
que estuviera por lo menos a tres metros del suelo. Y no siendo esto suficiente, debía tener la
certeza de que dicho árbol diera la seguridad de seguir creciendo.
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Le
pareció hermoso, creyó que la vida le sonreía y que satisfacía sus deseos. El
panorama se iba aclarando, ya que el primer árbol que midió, se trago por cinco
veces consecutivas el metro metálico que se había afanado del taller de
carpintería.
-¡Genial! – penso – Ahora es tiempo de poner
manos a la obra. Y ato sus manos a aquella rama virgen.
Y
estuvo allí por seis horas. Estuvo por seis horas colgado del “árbol de la
libertad” (como él lo había bautizado). Luego de dicho tiempo, desato sus manos
(aun hoy no se sabe como lo hizo) y bajo a Tierra firme.
¡
Y como dolía la piel y la carne luego de estirarse ¡
¡
Y como mojaban esas lagrimas de alegría que ya habían formado un charco sobre
las raíces secas de aquel ayudante ¡
¡
Y que dolor ¡
¡
Y que alegría ¡
¡
Y que constancia ¡ (El tipo N se colgó
de aquel árbol durante nueve años consecutivos. De día : buena conducta. De
noche : colgarse del árbol ; esa fue su vida durante nueve años... )
¡
Nueve años ¡
Nueve
años. ¿ Para que? – al pedo – porque cuando N penso que ya era hora de tratar
de alcanzar lo inalcanzable, trato de levantar esos monstruosos brazos de
kilómetros de largo, y no pudo.
Cuando
trato de acercar su carne al Sol, cuando trato de materializar ese sueño
rumiado durante tanto tiempo, no pudo. Y no pudo porque le era imposible
moverse, porque los largos dedos pesaban demasiado para la fuerza con que
contaban.
Porque se había olvidado de comer por pensar en
la “buena conducta” de día y en “colgarse del árbol” de noche.
Y
por eso (casi lo más importante y estúpido de esta historia) ¡Porque era de
Noche! – y todos sabemos que de noche el
Sol escapa.
...
Lloro,
nuevamente N , sobre las raíces del ayudante, lloro durante toda la noche. ¡ Y
que Noche tan larga fue aquella ¡....
Pero N espero y espero, y la Noche se
cerraba cada vez más. Y espero y espero, es que ¿A donde iba a ir, si no podía
moverse un centímetro de aquel lugar?
Entonces,
siguió llorando con los ojos hacia arriba, mirando la Luna que parecía reírsele
en la cara. Lloro pegado a unos brazos tan largos como el infinito y tan
inútiles como esa Luna.
Lloro
y espero hasta que, al din, el primer rayo se asomo sobre el muro de piedra
helada, y en ese momento comprendió que había jugado el juego equivocado. Que
el radio que le habían plagiado no se encontraba en sus manos, sino en sus
ojos.
¡
En los ojos!
Haberse dado cuenta antes - se lamento. Tanta espera, tanta espera para
algo tan fácil de concretar. ¡Pero esto me ha servido para comprender mi vida ¡
–grito al cielo rosa/blanco - y se
marcho. Partió rumbo al Sol.
Y sus pestañas fueron manos para
acariciarlo
Y sus pupilas fueron piernas para
recorrerlo.
Y las pocas neuronas que aun gozaban
de buena salud, fueron cuerpo para hacerle el amor a ese astro tan inalcanzable
que hoy se posaba en sus ojos.
Y el tipo N, entonces se marcho
montado sobre sus sueños. Y aunque le hubiera llevado tanto tiempo darse
cuenta, el se sentía pleno, sabiendo que ahora si estaba burlándose de quienes
creían haberle plagiado el radio que le perteneció hasta la eternidad...
Y fueron esos tipos los que
encontraron el cuerpo aquel de brazos tan largos, tirado bajo un árbol
encorvado de lo alto.
Y fueron esos tipos los que
encontraron ese cuerpo sonriente, empapado sobre un charco formado por sus
propias lagrimas.
Y fueron esos tipos los que no
comprendieron la sensación que los invadió en ese instante.
Fueron ellos los que se supieron una
mierda cuando descubrieron la insignificancia suya, y de sus plagios, y sus
pretextos.
Cuando descubrieron la
insignificancia de todos sus mundos completos y coagulados, frente al mundo
Único
y
virgen
de
cualquier sueño....
retiro lo dicho,...si que hay mucha sangre en los de "atrás" genialidad poeta
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